
Comenzamos un recorrido por el jardín que custodiaba la exposición, nos habló del mismo y del Haya centenaria que allí descansaba.
Una vez dentro vimos, casi uno por uno, todos los libros. Con cada uno de ellos, una reflexión mística de Miguel A. Blanco.
Así, sumergidos el la naturaleza encapsulada salimos con una sensación de tranquilidad, como si hubiéramos dado un paseo por el monte.

1 comentario:
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